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Mostrando entradas de junio, 2020

Disputas, Relojes y Corazones

Hay prisiones sin barrotes y se puede dar azotes sin usar un látigo. El quirófano era un espacio virgen, puro e inmaculado, detrás de mi cabeza estaba un hombre listo para mi muerte, aunque no la esperaba, en sus manos habitaba una jeringa que ya se me hacía familiar, la anestesia. Junto a él, su asistente tenía lista otras agujas más, suficientes para hacerme lucir como un erizo; los suministros necesarios para el procedimiento reinaban en la esquina superior izquierda. Hacia la derecha, una máquina les indicaba a todos que seguía con vida, ahí mis latidos y respiraciones eran cuantificadas en colores, si alzaba la cabeza para ver mis pies, los destellos de la luz reflejada sobre los instrumentos me daba en los ojos. En total, hacíamos la suma de ocho personas ahí, la mesa estaba fría y en el techo había espejos y de un momento a otro solo hubo oscuridad. Hacía cinco años atrás cuando me preparaba para ingresar en otro quirófano, un simple proceso de rutina, no serían más de 40 minuto

Lluvia de Agujas

La mesa era larga, casi 30 puestos ocupados por la élite médica del mundo. Ginebra se había tornado en una ciudad tragada por una nube que parecía más densa que la sangre coagulada, afuera hacían 16ºC, pero adentro unos 25º según el termostato del salón blanco. Amanda se preguntaba por qué los médicos se sentían tan a salvo en un área que consideraban como estéril por ser blanca; si todos sabían que compartían, en una placa de petri gigante donde se horneaba, un caldo de cultivo con hongos, bacterias, virus y parásitos en cada milímetro cuadrado de aquel lugar.  La sesión fue presidida por la Dra. Corelli, que ya llevaba algunas horas tratando varios temas de importancia para la OMS, ella había sido nominada al premio Nobel años antes por descubrir un gen que se presumía como "el gen de la identidad sexual"; perdió el premio porque su investigación fue desmentida y desprestigiada por una agencia privada de genetistas que demostró mediante mecanismos contundentes que el gen Xq

La Muerte De Ignatius

Todos los seres me miraban extrañados, no podían comprender el porqué del cese de mi emoción, se acercaron a mí, listos para escuchar algo que les ayudara a entender qué era lo que me sucedía. Inicié diciendo que el primer paso para estar triste era no estar feliz, pero de inmediato aprecié la confusión en sus rostros, aquel mundo era inquietante, pues esos seres no borraban su sonrisa ante ninguna de mis palabras. Opté por narrar una historia de la tierra, así tal vez podía hacer que sintieran algo, porque sin importar cuantos argumentos les diera, ellos no iban a entender con el razonamiento de sus cerebros algo que solo se puede razonar con el corazón. <<Ignatius B. Samson era un escritor de mi cuidad, una ciudad pequeña de apenas varios cientos de habitantes. Escribía una crónica de sucesos y espantos en un serial por entregas mensual titulado "Entre Sonrisas y Maníacos" en un periódico local de la ciudad llamado "El Cronista", a quien muchos conocíamos y